Quizás el grito más común y frecuente en cualquier marcha o manifestación de toda organización que se considere de izquierda es el de “la izquierda unida jamás será vencida.” Pero esta proclama, que supone una convocatoria a la unidad como fórmula para alcanzar objetivos, para lograr propósitos, no puede estar más lejos de la realidad que ha vivido, vive y, al parecer, está condenada a vivir nuestra izquierda mexicana. (Aunque habría que reconocer que las divisiones internas entre las diferentes corrientes de izquierda, a nivel mundial, son más la regla que la excepción).
Justo ahora, las diferencias entre los dirigentes y personajes emblemáticos de esta corriente, hicieron imposible sumar fuerzas en una movilización con un objetivo en el que, al parecer por lo expuesto en discursos y declaraciones, todos coincidían. Y es que, si bien, pueden estar de acuerdo en combatir algunas de las reformas constitucionales recientemente aprobadas por el Congreso, los intereses que los motivan no son los mismos, por lo que hay quien prefiere tomar su propio camino, y así lo ha hecho.
A las izquierdas mexicanas se le juntaron los temas y se les vino el tiempo encima. Tienen que librar varias batallas, en diferentes frentes y al mismo tiempo, con el agravante de que también son varios y diferentes los criterios, las estrategias y, sobre todo, los intereses que prevalecen entre los diferentes grupos de esta tendencia.
El Partido de la Revolución Democrática, el de mayor peso entre las izquierdas, anda en pleno proceso electoral. De acuerdo a sus estatutos, Jesús Zambrano, su presidente actual, tendrá que dejar el cargo el 21 de marzo, fecha en que concluye su mandato. Pero el proceso sucesorio camina a paso lento, y faltan algunas etapas que no permitirán un relevo regular.
La autoridad electoral, tiene que validar los acuerdos adoptados, en noviembre del año pasado, por la Asamblea de este partido para que se emita la convocatoria correspondiente para la renovación de su Comité Ejecutivo Nacional y se determine el método de elección, ya sea por voto directo del Consejo Nacional o bien, por voto universal, directo y secreto de la militancia. Además de que deberán transcurrir todavía 90 días más, antes de que se lleve a cabo la elección.
En atención a esto, el actual dirigente deberá nombrar un presidente interino a quien le corresponderá llevar el proceso electoral, y aquí enfrentará este partido una difícil prueba, pues todas las tribus, o al menos, las más influyentes buscarán colocar a uno de los suyos. Es pues, de esperar un adelanto de enfrentamientos, como anticipo al del relevo final, que puede ser bastante accidentado, pues, hasta el día de hoy, no se ve consenso en cuanto a quien pueda ser el sucesor, y la experiencia histórica en estos casos, ha sido lamentable.
En otra cancha, este partido y otras organizaciones de izquierda llevan a cabo una campaña nacional en contra de la reforma energética y, como pilón, en contra de la reforma política- electoral, para lo cual buscan el apoyo popular y organizan movilizaciones. Una complicada tarea de resultados inciertos, pues se trata de combatir reformas legalmente constituidas y aprobadas, aunque no hayan gustado los contenidos o las formas. En esta lucha, hay reclamos y acusaciones mutuas entre dirigentes y personajes de las diferentes corrientes, que también tienen ideas y propuestas distintas de lucha, por lo que los diferendos no se han hecho esperar.
Por otro lado, las bancadas perredista, del partido del Trabajo y del Movimiento Ciudadano en el Congreso, se preparan para dar la batalla, en el recinto legislativo, al proceso de las leyes reglamentarias, de las reformas constitucionales, que habrán de debatirse en las sesiones de las cámaras de diputados y de senadores que inician este mes. Su participación es valiosa y necesaria para lograr que
el aterrizaje de las reformas considere los puntos de vista de esta corriente ideológica. Pero en este ámbito, en el que su lucha puede ser definitivamente más eficaz, son evidentes, también, las profundas diferencias internas entre estos partidos, por lo que su fuerza se ve menguada.
Por si fuera poco, el Sol Azteca tiene que librar otra batalla, ésta de sobrevivencia. El Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, está a punto de obtener su registro, y esto le puede significar un costoso desmembramiento al PRD, pues está claro que muchos de sus militantes, incluyendo algunos legisladores, no dudarán en sumarse a la causa del tabasqueño. Ante esta amenaza, el PRD necesita convocar a la unidad interna del partido y fortalecer su posicionamiento, para reducir la fuga de militantes.
Como se puede apreciar, son varios los frentes de batalla de las izquierdas. En ellos, si bien, puede existir coincidencia en los propósitos, el problema está en que, en cada lucha, los enfrentamientos entre las distintas corrientes parecen inevitables, porque los intereses particulares y los proyectos políticos personales se anteponen a cualquier causa, y esto sólo puede generar divisiones, fracturas y pérdida de fuerza.
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