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Es la política…

Fecha: 4 de septiembre de 2014 | Autor:

camara dip2De que en la administración del Presidente Enrique Peña Nieto están sucediendo actos inéditos o casi, nadie lo puede negar. Quizás estos no gusten ni convenzan a todos, porque, a partir de la alternancia política, la regla habían sido, los enfrentamientos, las pugnas, los diferendos, la ausencia de acuerdos. En fin, los choques entre el gobierno y sus oposiciones.

Y es que la lógica para algunos indicaba que el papel de las oposiciones era, precisamente, el de oponerse a toda propuesta, plan o programa del gobierno en turno, considerando un despropósito buscar acuerdos o coincidencias con el gobierno, aunque la falta de ellos significara inmovilizar al país y condenar su desarrollo.

Este concepto de oposición a rajatabla, sigue siendo válido para muchos que no conciben que México requiere más unidad que confrontación, y que, si bien, las oposiciones tienen por objetivo alcanzar el poder, y en esa lucha se valen muchas cosas, esto no  significa que para lograrlo necesariamente se tengan que destruir unos a otros, porque al final de cuentas es el país el que resulta más lastimado.

Una oposición propositiva no quiere decir una oposición desvirtuada. La construcción de una nación exige la participación de todos los sectores público, privado y social. Y, por supuesto, que no es fácil que se den las coincidencias en los objetivos, en los medios para alcanzarlos o en las formas para implementarlos, pero se avanza más y mejor en el diálogo, el debate y la negociación, que en el enfrentamiento estéril, la cerrazón y el ofuscamiento.

Está claro que, por la diferencia en la interpretación del rol que les corresponde desempeñar a las oposiciones en el escenario político nacional, además, por supuesto, de intereses y ambiciones personales y de grupos, que no faltan, las dos fuerzas mayoritarias de oposición, PAN y PRD, enfrentaron, y aún padecen, divisiones internas con riesgos de fractura. Y es que, en ambos casos, sus dirigentes fueron criticados y  descalificados por mantener un diálogo abierto con el gobierno priista, además de no perdonarles su participación, en el Pacto por México, instrumento que enmarcó el debate que llevó a la aprobación de 11 reformas fundamentales.

Una vez concluida, con resultados más que satisfactorios, la etapa reformista, que no el trabajo reformador que todavía tiene varios pendientes, pareciera que la tarea no era tan difícil ni complicada. Sin embargo, sólo habría que mirar al pasado y ver que nuestro país vivió una larga sequía legislativa de casi 17 años, a partir de que las fuerzas políticas en el Congreso se equilibraron y el Revolucionario Institucional perdió una cómoda mayoría calificada, primero en la Cámara de Diputados y después en el Senado, que le permitía procesar las iniciativas del Ejecutivo, sin mayor problema. A partir de entonces, prevaleció la confrontación y el desacuerdo en el Congreso y una cierta parálisis en el ejercicio de gobierno.

El grado de dificultad, a toro pasado, no se reconoce y, desde luego, menos el mérito de lo logrado, así que, era de esperar la ofensiva de las oposiciones, las críticas y los ataques al Presidente y sus reformas, ante la necesidad de que sus líderes fortalezcan su posicionamiento, y den cara a sus críticos, en un intento por curar heridas, por aquello de la proximidad de los tiempos electorales.

A casi dos años de gobierno, la administración de Peña Nieto ha mostrado cambios en el quehacer político y en el estilo de gobernar, reflejo de un trabajo político profesional y sensible. Haber logrado que gobierno y los partidos de oposición se sentaran en la misma mesa y trabajaran juntos, pero no revueltos, con un objetivo común, no fue cosa menor; tampoco lo fue, que las diferencias, inevitables entre ideologías distintas y puntos de vista divergentes, se resolvieran a base de debates y diálogo, con razones y argumentos, y no con bloqueos y tomas de tribuna, lo que permitió un sustancioso trabajo legislativo. Así mismo, alcanzar las mayorías legislativas necesarias para la aprobación de las reformas propuestas, tras largos y encendidos debates, demostró buena capacidad de negociación.

Este gobierno logró lo que sus antecesores, por las razones que sean, no pudieron. Esto está a la vista, pero no para todos. Por una parte, el presidente de Acción Nacional, Gustavo Madero, acusa al gobierno de presumir logros ajenos, reclamando la autoría de algunas de las reformas aprobadas. Las mismas que, en su momento, este personaje cuestionó, chantajeó y negoció para dar el voto de su partido. También están los reclamos que exigen ver desde ya, resultados de las reformas. Y ésta, parece ser la mejor crítica que han encontrado quienes no simpatizan con la actual administración, como si por arte de magia, y de la noche a la mañana, estas leyes pudieran recuperar un rezago acumulado en los últimos doce años.

Pero como no hay manera de desconocer que las reformas fueron, al fin de cuentas, aprobadas con todas las de la ley, ahora se pone énfasis en el cuestionamiento sobre la capacidad de la autoridad para ponerlas en práctica y, sin conceder el beneficio de la duda, se pronostica un rotundo fracaso del gobierno en su implementación.

En fin, así es el juego de la política.

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