Finalmente, y después de la severa crítica al desempeño del partido que fundó. Más bien, a la conducción de sus dirigentes, actuales y pasados, a quienes demandó la renuncia a sus cargos, el fundador del Partido de la Revolución Democrática, Cuauhtémoc Cárdenas, terminó de deshojar margaritas, y expresó su indeclinable decisión de, él sí, renunciar, pero al partido. Voluntad que habría de comunicar, a través de una misiva, al presidente del Comité Ejecutivo Nacional, Carlos Navarrete.
Las relaciones entre el ingeniero Cárdenas y el grupo Nuevo Izquierda, que encabezan los Chuchos, Jesús Ortega, Jesús Zambrano y compañía, dueños desde hace seis años del control del PRD, nunca fueron las mejores. Los habilidosos Chuchos hicieron su tarea para lograr hacerse del partido, y una vez en la presidencia, manejaron sus propias fichas para mantenerse en la dirigencia, lo que hasta le fecha, han conseguido. Por su parte, el ingeniero, habría optado por mantener una sana distancia con el partido y sus dirigentes, lo que les facilitó a estos operar a plenitud.
Las disputas internas por el control del Sol Azteca, habían llegado a duros enfrentamientos, agudizados en los tiempos de renovación de su dirigencia. Y es que, no resultaba fácil el reparto de posiciones, entre las dos corrientes mayoritarias Izquierda Democrática Nacional, de René Bejarano, y Nueva Izquierda, cuando ambas aspiraban a quedarse con todo o casi, además de la existencia de otras tribus de peso menor, pero con miembros influyentes, que también reclamaban derechos.
Y así como nos tenían acostumbrados al escándalo por denuncias, acusaciones, denostaciones, descalificaciones y no pocos choques físicos, en sus elecciones internas, en el último proceso para la elección de su nueva dirigencia, a todos sorprendió la civilidad con que se resolvió esta sucesión. Lo anterior hizo pensar que, finalmente, el Sol Azteca había alcanzado su madurez política, precisamente al cumplir los 25 años de existencia. Pero sucedió que, tras la calma, vino la tempestad.
Las cosas empezaron a ponerse difícil para el fundador del PRD, cuando alguien lo propuso como única posibilidad para mantener la unidad del partido. El peso moral del ingeniero, su prestigio, prudencia y reconocimiento como figura emblemática de la izquierda, no fueron razones de peso suficiente para convencer a quienes ya habían decidido mantener el control de la institución, a como diera lugar.
Cuauhtémoc Cárdenas jugó a la imprecisión, y aunque no rechazó su postulación, planteó condiciones que no eran fáciles de aceptar por parte de la dirigencia chuchista, que sabían que el ingeniero representaba un auténtico estorbo para sus planes. Así, mientras Cárdenas suponía que, tarde o temprano, alguien lo respaldaría, los Chuchos le daban largas, sin suspender la campaña de su verdadero candidato, Carlos Navarrete, quien aprovechó el tiempo para hacer los amarres necesarios para su triunfo.
Al final de cuentas, Cuauhtémoc fracasó en su propósito, al no encontrar eco a sus condiciones para su postulación, con lo que le quedó claro que sus bonos ante los chuchos, estaban muy devaluados. El relevo de la dirigencia perredista se realizó, como lo hemos señalado, sin mayores incidentes; pero entonces vino la tragedia de Iguala y ardió Troya, al dar a conocer, los mismos rivales de los chuchos, los de la Izquierda Democrática Nacional, la manera en que aquéllos habían promovido la candidatura del desaforado alcalde, José Luis Abarca, a pesar de estar al tanto de sus negros antecedentes.
Cuauhtémoc Cárdenas intentó conmover a los chuchos con un devastador diagnóstico sobre la imagen y realidad del partido, a partir de que se conoció el apoyo político brindado, no pocas veces, a candidatos a puestos de elección popular, relacionados con el crimen organizado. El ingeniero supuso, erróneamente, que en esta ocasión atenderían su opinión, y se fue más lejos, demandando la renuncia a todos los miembros del Comité Ejecutivo Nacional, para salvar al partido.
El final de este capítulo, es de todos conocido: ante la indiferencia de los chuchos, al ex Jefe de Gobierno no le quedó más remedio que el retiro con dignidad. Con un futuro incierto, el PRD continuará bajo el dominio de Nueva Izquierda. La desbandada, no se hará esperar, por lo que el Sol Azteca sufrirá un fuerte debilitamiento en posiciones políticas y militancia. Hay quien ya se está frotando las manos, pues el beneficiario de la crisis perredista será sin duda el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
La soberbia es mala consejera. Los dirigentes de Nueva Izquierda, al quererse quedar con todo, terminarán quedándose con los despojos de lo que fue el partido de izquierda más fuerte de la historia política de nuestro país.
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