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La elección de 2021, un gran reto.

Fecha: 8 de agosto de 2020 | Autor:

Por: Miguel Tirado Rasso

En plena pandemia, la atención y las estrategias de los partidos políticos y del gobierno miran ya hacia la elección de 2021 que, además de constituir los comicios más grandes y complejos de nuestra historia politica-electoral, habrá de celebrarse en un ambiente, un tanto sensible, de polarización política, pocas veces vista. Un proceso electoral en el que, como joya de la corona, por razones estratégicas para efectos de la Cuarta Transformación, habría que señalar la renovación de la Cámara de Diputados del Congreso Federal.

Históricamente, los comicios federales de mitad de sexenio, han sido el gran reto para los partidos en el poder, a los que les ha tocado sufrir los embates del desgaste que significa el ejercicio de gobierno, reflejado en el voto popular. En las últimas cuatro elecciones intermedias (1997, 2003, 2009 y 2015), los partidos en el gobierno, cada uno en su momento, tropezaron electoralmente resintiendo una disminución de curules en sus bancadas, respecto del número de diputados alcanzados en la elección federal inmediata anterior. Esto es, en la presidencial correspondiente.

Un descalabro no menor, pues, por ejemplo, en las elecciones de 1997, el PRI perdería, para no volverla a recuperar, la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados que había mantenido durante toda su vida electoral en el siglo XX. En las intermedias de 2003 y 2009, en plena alternancia democrática, el PAN, como partido en el poder, cedería al PRI, en cada una, la mayoria simple en la cámara baja que había alcanzado tres años atrás, en los sufragios presidenciales respectivos. La excepción que confirmaría esta “regla”, sucedió en los comicios de 2015, cuando el tricolor sentado en la silla presidencial, pudo conservar la mayoría simple en San Lázaro, en las dos legislaturas (LXII y LXIII) del sexenio priista, aunque, en la última con una bancada menor, por la pérdida de curules sufrida al obtener una votación 8 puntos abajo de la obtenida en la elección anterior.

El proceso electoral de 2021, reune características que lo hacen diferente a cualquier otra elección federal de mitad de sexenio. Además de ser la más grande por el número de cargos de elección en juego, 21,368, y un padrón de votantes, que se calcula en 95 millones de electores potenciales, por primera vez se celebrarán elecciones locales simultáneas en los 32 estados de la República. En 15, se renovarán gubernaturas, en 30, congresos locales, excepto en Coahuila y Quintana Roo y en 30, elegirán alcaldías, a excepción de en Durango e Hidalgo.

En 10 estados se aplicará el voto electrónico para mexicanos en el extranjero y el diputado migrante en Jalisco. Según el INE, se calcula que se instalarán 161 mil casillas, 4 mil más que en 2018, con la colaboración de 50 mil supervisores y capacitadores. Una gran tarea para el Instituto Nacional Electoral a la que le corresponde, por ley, organizar, vigilar y supervisar el proceso electoral, y en la que estará obligado a conducirse con especial esmero, por que la espada de Damócles pende amenazadoramente sobre la institución, cuya autonomía y desempeño no convencen del todo a quién define el rumbo de la 4T.

Pero si para la autoridad electoral, los comicios de 2021 representan, quizás, el mayor desafío de su historia, también lo podría ser para algunos de los siete partidos políticos en activo (Morena, PAN, PRI, PRD, MC, Verde Ecologista y PT) y para aquéllas 3 o 4 organizaciones a las que el INE les conceda su nuevo registro.

Para el partido en el gobierno, Morena, porque su compromiso es, por lo menos, conservar su peso polìtico en la Cámara de Diputados federal y en los congresos locales, en 20 de los cuáles actualmente tiene mayoría. Además de tener que sumar nuevas gubernaturas y presidencias municipales a la causa de la 4T. Un reto que no le va a ser fácil superar, a pesar de la debilidad y división a la vista de las oposiciones. Y es que, a un año de haberse convertido en el partido en el gobierno, Morena no ha logrado dar el brinco de movimiento social a partido político; carece de una definición ideológica; no tiene un programa de acción propio; no existe un principio de disciplina; la división y pugnas internas son su característica y las diversas facciones que lo integran están más interesadas en ganar espacios de poder que en fortalecer a su instituto. A todo esto habrá que agregar que su principal atractivo político, su fundador y líder moral, no estará en las boletas y, Morena, por si mismo, no significa mucho para el electorado.

Para finalizar este comentario, no quisiera dejar pasar por alto los milagros del Partido del Trabajo en la Cámara de Diputados. Así como el Mesías, hizo el milagro de la multiplicación de los peces, el coordinador de los diputados de este partido, Reginaldo Sandoval, anda en vías de lograr el milagro de la multiplicación de sus diputados. De una bancada de 36 diputados, ahora suman ya 43 y contando, pues le faltan sólo 4 para convertirse en la tercera fuerza política de la Cámara baja, con lo que tendrá derecho a presidir la Mesa Directiva en el próximo período de sesiones, desbancando al PRI, a quien le correspondería el cargo con sus 46 diputados.

Los mal pensados dicen que para lograr su objetivo, el diputado Sandoval, anda ofreciendo dinero (5 mdp) y muchas promesas políticas, para piratearse diputados de otros partidos. Nosotros pensamos que no es así, porque ellos no son como los de antes y no hay que confundirlos, y que, simplemente, estamos ante un nuevo milagro de multiplicación, no de peces, sino de diputados del PT.

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