Después de estar claramente diagnosticada desde hace dos décadas la necesidad de una reforma laboral, se aprobaron cambios que significan un avance en la dirección correcta, aunque quedaron varios pendientes. La iniciativa, presentada por el Presidente Calderón en las postrimerías de su mandado, contribuirá a un mejor ambiente para crear más empleos y mejor crecimiento en el gobierno del Presidente priísta Enrique Peña Nieto.
Una reforma estructural en un periodo de transición es un ejemplo de anteponer el beneficio del país a los intereses partidistas. Esos intereses no tan solo obstaculizaron la reforma en los dos últimos gobiernos panistas, también en los dos últimos priístas, cuyos presidentes no tuvieron el apoyo de sus propios legisladores ni de sus aliados, los grandes sindicatos, para realizarla.
Una de las promesas electorales de Enrique Peña Nieto fue que si ganaba las elecciones implementaría las reformas. Los panistas, aun a sabiendas de que el beneficio de esta reforma se empezará a dar en dos o tres años y beneficiará a la administración priísta, la apoyaron. Los priístas también la apoyaron para ser congruentes con la promesa de su Presidente electo Enrique Peña Nieto. El partido discordante fue el PRD. En ese partido, aún los legisladores pensantes y que conocen la necesidad de la reforma, no se atrevieron a disentir de la línea que marcó su ex candidato presidencial, de oponerse totalmente a la reforma como bandera política, sin analizar su contenido ni los resultados que han dado en diversos países, entre ellos los socialistas.
Al PRD lo dejó mal parado esta reforma, pues afloró el predominio de ideologías radicales y obsoletas y de que sus legisladores se sienten más cómodos en las protestas callejeras, que en dialogar con argumentos serios dentro del Congreso. También quedaron claros los compromisos del PRD con el corporativismo sindical que tanto ha criticado al PRI, al oponerse a la transparencia y rendición de cuentas de los sindicatos, varios de cuyos líderes protestan contra la reforma laboral en las afueras del Senado junto con legisladores perredistas.