Chipre va a entrar en un programa de tres años. La Troika le entregará 10,000 millones de euros que no podrá utilizar para recapitalizar a sus dos bancos más importantes. Por otro lado, Chipre tendrá que rebajar su deuda pública en un 100% del PIB antes de 2020 y el sector bancario tendrá que alcanzar el nivel medio europeo antes de 2018.
El Laiki Bank se dividirá en dos bancos. El primero pasará a formar parte del Banco de Chipre, incluyendo los fondos ELA (aproximadamente 9,000 millones de euros), una operación que debería recaudar aproximadamente 4,000 millones de euros de acuerdo con el Eurogrupo.
Confiscar el dinero de los depositantes: una realidad desde ahora. El Banco de Chipre tendrá que capitalizarse para obtener un ratio de capital básico del 9%, lo que implica una cantidad significativa de rescate en forma de bail-in a través de su renta variable, bonos y depositarios con más de 100,000 euros en sus cuentas. Las estimaciones oscilan entre un conservador 20% a un draconiano 50%, en función del modelo que se utilice y del futuro fracaso del sistema crediticio.
A mediados de abril, la Troika y el gobierno de Chipre tendrán que firmar un Memorando de Entendimiento. Todos los miembros de la eurozona, inclusive Alemania, tendrán que ratificar dicho Memorándum a fines de abril o principios de mayo para que el primer pago se haga efectivo en el mes de mayo.
Desde este momento y hasta mediados de abril falta mucho tiempo, especialmente en un país que acaba de experimentar tres eventos inéditos en la historia de la Unión Europea:
1. Controles de Capital. Un euro en Chipre ya no equivale a un euro en Berlín o en París. No se puede sacar el dinero de la isla.
2. Rescate a través de la fórmula de bail-in por parte de los titulares de bonos senior. En Grecia fueron solo los junior.
3. Rescate a través de la fórmula de bail-in por parte de los titulares de depósitos de más de 100,000 euros.
Dejando a un lado que se supone que los “controles de calidad” sólo se emplean en circunstancias de emergencia, estas soluciones, como la mayoría de las que adopta la Unión Europea, significarían un incumplimiento directo de los propios tratados del bloque que veneran la libre circulación de capital.
En Europa, hace más de una generación que no llega al poder un mandatario para impulsar un cambio y cumple sus promesas. Sí, fue en 1979 con Margaret Thatcher, conocida como la “Dama de Hierro”, pero también ese mismo año el Reino Unido abolió sus últimos controles de capital.
Teniendo en cuenta el índice actual de reincidencias y recaídas políticas, la Unión Europea está abocada a década tras década de oportunidades perdidas y un tejido social que será difícil de mantener a la vista del aumento del desempleo, los controles de capital y la opinión extendida de que se necesita impulsar más la macroeconomía.
Las elecciones en Alemania se esperan con impaciencia. Se tiene que romper con este ciclo negativo que se enreda cada vez más mientras los políticos observan sin hacer nada. El “acuerdo” de este fin de semana no beneficia a nadie sino que perjudica a todos. Además, ha afectado a los procesos de decisión europeos sin posibilidad de recuperación, mientras la Comisión Europea y el FMI intercambian acusaciones en medio de un juego de poder que en ningún caso se preocupa por el futuro de los europeos.