Por Miguel Tirado Rasso
El reloj del proceso electoral sigue su marcha y, con ello, las etapas de la elección más grande y compleja de la historia van sucediéndose.
Ahora fue el turno de la correspondiente a la novedosa incorporación de las candidaturas independientes para la primera magistratura del país. Las otras, las que corresponden a la definición de los candidatos de los partidos con registro, formalmente tendrán que esperar a los tiempos señalados por la ley, para desgracia de las y los acelerados, auto destapados aspirantes, que infructuosamente han pretendido obligar al dirigente del PAN a confesar sus pretensiones futuristas.
No sé si debiera alegrarnos la numerosa afluencia de aspirantes independientes que acudieron, ante el Instituto Nacional Electoral, a solicitar su registro para contender en la carrera presidencial. Concluido el plazo, 86 aspirantes se inscribieron. Esta gran participación podría interpretarse, en sentido positivo, como el reflejo de una sociedad cada vez más politizada, interesada y preocupada por intervenir activamente en el desarrollo del país, con la pretensión de ocupar espacios en la gobernanza, antes impensables. Un mensaje de fortalecimiento de nuestra vida democrática, pues.
Pero, por otro lado, cuando revisamos los requisitos que impone la legislación para quienes aspiran al registro de una candidatura como independientes, empezamos a dudar de la sinceridad y buenas intenciones con la que muchos de estos aspirantes acudieron ante la autoridad electoral y surge el sospechosismo de que sólo a muy pocos los motiva un auténtico interés por participar en la construcción de un nuevo México, porque la gran mayoría, no parece haber tomado en serio esta oportunidad y, tras cinco minutos de exposición pública con reflectores, irán desertando ante la imposibilidad de cumplir con lo que de antemano sabían que no podrían, además de que se veía que en su intención nada tenían que ver los intereses de su país.
Y es que recabar casi un millón de firmas (866 mil 593) de apoyo ciudadano, en al menos 17 entidades de la Federación, en un plazo de tres meses, resulta una tarea titánica que sólo quienes cuenten con una estructura y recursos económicos suficientes puede tener éxito. En promedio, tendrían que obtener 7 mil 222 firmas diarias en 17 estados, para cumplir con los apoyos demandados. Sólo hay que ver que, de los 86 aspirantes, únicamente 40 cumplieron con los requisitos y obtuvieron su registro, 8 fueron eliminados y 38 quedaron pendientes, con 48 horas para subsanar omisiones.
Los primeros, debieron iniciar desde el lunes pasado la recopilación de apoyos, porque el tiempo apremia y, en esto, no existe el recurso de jugar con el reloj electoral, como se hace en el Congreso. El próximo 12 de febrero es el plazo fatal que tienen para entregar el mínimo de firmas requeridas.
Habría que decir que el número de aspirantes independientes es inversamente proporcional a las posibilidades competitivas de esta figura en la carrera presidencial. Aún con el hartazgo que predomina entre la sociedad civil sobre los políticos y la política, la existencia de varios candidatos independientes debilita el voto ciudadano a su favor al fragmentarse, rindiéndose ante el voto duro de los partidos y el voto útil. Su posibilidad está en el acuerdo para una candidatura única que atraiga y concentre el voto de los insatisfechos, algo que, por el pronto, no se ve cómo ni con quién.
Por lo pronto, de los 40 aspirantes registrados en primer lugar, cuatro podrían estar en posibilidades de lograr los apoyos requeridos por la ley. Si bien, tres de estos resultan aspirantes independientes un tanto cachirulados, pues prácticamente toda su vida fueron activos militantes de partidos políticos y sólo recién renunciaron a sus organizaciones para convertirse en “aspirantes ciudadanos”. A saber:
Margarita Zavala, renunció a 33 años de militancia en el PAN, aunque todavía late su corazón por su ex partido; Armando Ríos Píter, decidió abandonar las filas del PRD, al que le dedicó 10 años de su vida, y el todavía gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, también se separó de su partido, el PRI, después de 33 años, para contender por la gubernatura regiomontana como independiente. Con tales antecedentes, difícilmente podrían considerarse estos personajes como típicos aspirantes independientes, pero en fin.
El cuarto con posibilidades de cumplir los requisitos, Pedro Ferriz de Con, el periodista, si es independiente de origen y ha venido trabajando su candidatura desde hace un buen rato, por lo que, suponemos, algo habrá adelantado al menos en la planeación para conseguir los apoyos.
Del resto de los anotados, poco se puede decir, al no ser muy conocidos, pero no se apunta ninguna sorpresa que incluya a alguno con posibilidades reales de competir con los cuatro mencionados.