Por Miguel Tirado Rasso
Como una nota intrascendente, perdida en páginas interiores, para su fortuna, nos enteramos que el Partido del Trabajo (PT) reeligió, una vez más, a los integrantes de su Comisión Coordinadora Nacional, que constituye el órgano de dirección y decisión del partido, en la que Alberto Anaya, fundador de esta organización, cumplió, apenas, 27 años como su máximo dirigente, en un típico ejemplo del mangoneo de un partido político convertido en negocio familiar, con pocos socios y menos simpatizantes, porque, en la cúpula, Anaya comparte la dirigencia con su esposa y algunos personajes que lo acompañan desde su fundación.
Obligado por una resolución del Tribunal Federal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en 2010, este partido tuvo que modificar sus estatutos para que la añeja dirigencia dejara sus cargos y diera paso a una nueva dirección y, así, acabar con el reeleccionismo porfiriano que les ha garantizado a Anaya y socios, el control total del partido a lo largo de su existencia. Pero, hábiles en las triquiñuelas, estos dirigentes, si bien, hicieron las modificaciones ordenadas, se aseguraron de amarrar una reelección más por seis años para la dirigencia electa en 2011, la de Anaya y compañía. La última, como quien dice, pero que les permitirá imponer una marca de 33 años de los mismos personajes al frente de este sufrido partido.
Y aunque el Instituto Nacional Electoral no aceptó, en aquel momento, el cambio de estatutos que establecía que no se considerara retroactivamente la prohibición para la reelección de los dirigentes. Esto es, que no se tomara en cuenta todo el tiempo que habían estado al frente del partido antes de 2011, finalmente lograron que el Tribunal aplicara el principio de no retroactividad y les permitiera la reelección que se concretó el domingo pasado.
Eso sí, como la autoridad les ordenó, además, acabar con el club de Toby, y respetar laparidad de género, abrieron las puertas de la Comisión de Coordinación para repartirse 17 puestos. Nueve para hombres, los mismos de siempre y 8 para mujeres, que las tendrán como convidadas de piedra.
Este partido, fundado en diciembre de 1990, arrancó con el pie izquierdo, pues al año siguiente de su incorporación a la escena política, en las elecciones intermedias de 1991, no pudo alcanzar el mínimo de votos requeridos por la ley, 1.5 por ciento, y perdió su registro. Posteriormente lo recuperaría y, en las elecciones presidenciales de 1994, participando con una candidata externa, Cecilia Soto, obtuvo cerca de un millón de votos, lo que le permitió su acceso a la Cámara de Diputados, con 10 legisladores de representación proporcional.
A partir de la siguiente elección presidencial, en 2000, el PT ha participado en coalición, apoyando a líderes políticos de otros partidos, lo que le ha permitido mantenerse a flote, porque cuando ha actuado solo, le ha ido de regular a mal. En las intermedias de 2013, con trabajos alcanzó el mínimo de porcentaje de votos, perdiendo su calidad de cuarta fuerza política que le arrebató el Partido Verde Ecologista.
En las federales de 2015, a pesar de sus alianzas con el PRD, no logró los votos suficientes para conservar su registro y tuvo que realizarse una operación externa de rescate, para que esta organización se mantuviera en el escenario político electoral. Con la anulación de la elección en un distrito de Aguascalientes, se le facilitó el camino para que, en los comicios extraordinarios, recuperara “milagrosamente” los votos que le hacían falta para salvar su registro.
A Alberto Anaya le gusta participar a lo seguro. Y, en este sentido, no tiene objeción para sumarse a los partidos que ve con posibilidades, aun cuando sean sus contrincantes en otros distritos, durante la misma jornada electoral. En las elecciones para gobernador en 2010, mientras en Chihuahua iba en coalición con el PRI, PVEM y PANAL, apoyando al candidato del tricolor, en Oaxaca participaba asociado con el PAN, PRD y Convergencia, respaldando al postulado por el partido naranja. Y es que, lo que motiva a este dirigente no es un compromiso social, político o ideológico, sino las maniobras para conservar el registro de su partido, que, por cierto, siempre está al filo del abismo, porque cada vez obtiene menos votos del electorado.
Ahora, para la elección de 2018, Anaya le está apostando a Morena, no obstante que su rescate, en gran parte, se lo debe al tricolor, pero en el pragmatismo del dirigente petista, el fin justifica los medios y, de gratitud, ni hablar.
Mala noticia la reelección de estos dirigentes, porque resulta que pueden más las mañas de los dueños de seudo partidos como el PT, sin representatividad, que nada aportan a nuestra vida democrática y sólo sirven para que algunos vividores de la política aprovechen, en su beneficio personal, las prerrogativas que la ley dispone para la operación de estas instituciones y hasta para lavar dinero, según ha trascendido, recientemente, una investigación del gobierno de Nuevo León.