Por Miguel Tirado Rasso
En el mes de agosto del año pasado, surgió uno más de los desencuentros verbales entre dos mandatarios con claros problemas de inestabilidad mental y una gran necesidad de reafirmación, enfrascados en una carrera nuclear armamentista que ha puesto, literalmente, al mundo entero en vilo.
Como si se tratara de una competencia trivial, los responsables de los gobiernos de los EUA, Donald Trump y de Corea del Norte, Kim Jong-un, decidieron presumir su poderío nuclear. Jong-un, provocador, sólo en el primer semestre del año pasado había lanzado 17 misiles balísticos en 11 pruebas, según la agencia CNN, en una estrategia encaminada a acelerar el desarrollo de su programa de armamento nuclear.
Y cuando informes de inteligencia aseguraron que el régimen de Pyongyang contaba con una ojiva miniatura capaz de transportar una carga nuclear dentro de sus misiles y su líder político amenazara con atacar la isla estadounidense de Guam, el presidente norteamericano habría reaccionado con una advertencia al gobierno norcoreano: “mejor que Corea del Norte no vuelva a amenazar a Estados Unidos. Si lo hace, encontrará un fuego y una furia que el mundo jamás ha visto”.
Y bueno, por el carácter y la personalidad que identifica a estos dos mandatarios, que no escuchan razones, no es gratuita la preocupación de la comunidad internacional ante quienes alardean, uno de contar con proyectiles de largo alcance de alta capacidad destructiva y de que su botón nuclear está siempre en su escritorio. Y el otro, presumiendo que también tiene uno, pero que es más grande y más poderoso que el suyo.
Una discusión a larga distancia, con lenguaje inimaginable entre quienes gobiernan dos potencias nucleares, que movería a risa, de no ser por el tema y sus protagonistas que, más allá de sus balandronadas, nada asegura un comportamiento racional y prudente, pues ambos han dado sobradas muestras de su desprecio e ignorancia en los campos de la política y la diplomacia.
Y quizás en alusión a aquella amenaza trumpiana, que pinta bien el estilo del mandatario norteamericano, el periodista Michael Wolff, tituló el libro, Fuego y Furia: Dentro de la Casa Blanca de Trump, que el mismo día de su publicación se convirtió en un best seller y un dolor de cabeza para el magnate inmobiliario, en el que muestra los interiores de la casa presidencial en los tiempos de Trump, a través de los ojos de su gente más cercana, según lo describe el propio autor.
Más de 200 entrevistas a funcionarios y colaboradores en la Casa Blanca, además de las andanzas de su autor por los pasillos de la casa presidencial, dieron contenido para este libro que el presidente Trump intentó bloquear, lo que sólo provocó que se adelantara su publicación y despertara mayor interés en su adquisición.
El mandatario descalificó el libro tachándolo de estar lleno de falsedades y haber sido escrito por un autor totalmente desacreditado. Y es que en la publicación se afirma que en el propio entorno presidencial se cuestiona su capacidad para gobernar, se le considera inestable y con graves pérdidas de memoria. Vive temeroso de ser envenenado, es incapaz de poner orden en su gobierno y muestra poco interés en la Constitución que está obligado a cumplir.
El autor afirma que el 100 por ciento de los asesores tiene una opinión negativa de su presidente. Como éste, incluye comentarios sobre la entrevista de colaboradores de campaña del entonces candidato presidencial con personajes rusos, lo que su ex asesor Steve Bannon, otrora figura poderosa e influyente y ahora en la total desgracia, habría calificado como una traición; también sobre las malogradas negociaciones con el gobierno de nuestro país para pactar sobre la construcción del muro y de las serias dudas del propio candidato sobre sus posibilidades en la carrera presidencial, por lo que el triunfo le habría caído de sorpresa, además de otros temas.
En su defensa, y para contrarrestar las críticas sobre su salud mental que mucho se cuestiona en el libro, Donald Trump se auto halaga y no tiene empacho en publicar en su cuenta de twitter que es un genio muy estable además de ser realmente inteligente, pues de ser un exitoso empresario pasó a ser una gran estrella de televisión y a Presidente de Estados Unidos (al primer intento), tuiteó.
La realidad es que este mandatario, tiene una gran capacidad para absorber los misiles que le disparan y, salvo que la investigación sobre el intervencionismo ruso en la elección presidencial descubra complicidades del equipo y del entonces candidato, o bien, se le dé la relevancia que tiene el diagnóstico de destacados psiquiatras sobre los problemas que afectan su salud mental, destacando su inestabilidad emocional, no se percibe, a corto plazo, una amenaza de peso que lo tambalee de la silla presidencial.
Habrá que acostumbrarse, entonces, a sus balandronadas, porque, parodiando a la clásica, con él nos tocó vivir.