Por Agustín Vargas
– “Jaijo”, tarde pero por fin llegó a la grande
– Será presidente del BBVA Bancomer
– Relevo ¿por inicio de nuevo régimen presidencial?
– La otra delincuencia
– Saqueo a cargo de 9 gobernadores
Una buena y una mala para la industria del azúcar en México: la buena es que un candidato presidencial prometió, de ganar la Presidencia de la República, aplicar impuestos a la importación a precios dumping de la fructosa de Estados Unidos que hacen principalmente las compañías transnacionales refresqueras; y la mala es que fue José Antonio Meade, el candidato de la coalición “Juntos por México”, que figura en el tercer lugar en la mayoría de las encuestas.
No obstante, no sería mala idea que su excompañero de gabinete Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, le echara una mano y lo apoyara en una demanda constantemente hecha por los participantes de este mercado, de la cual está totalmente consciente y que se ha negado a aplicar por extrañas razones.
Y es que en esta industria participan entre cañeros y productores de azúcar más de 200 mil cabezas de familia, a los que se les ha estado lastimando por más de 500 millones de dólares al año, con la importación de la fructosa estadounidense.
Es decir, estamos hablando de más de 200 mil votos nada despreciables y que le darían un buen apoyo al candidato priísta.
Los otros dos candidatos con posibilidades para llegar a la Presidencia de la República no se han pronunciado al respecto.
En el equipo de Andrés Manuel López Obrador, de la coalición “Juntos Haremos Historia”, ya tienen conocimiento y documentación del tema, en particular la gente deAlfonso Romo; sin embargo, no se les ha ocurrido que un pronunciamiento en tal sentido le podría acarrear al tabasqueño miles de simpatizantes entre cañeros y azucareros.
“Jaijo”, nuevo presidente de BBVA Bancomer
Ese es su sobrenombre entre sus amigos y compañeros cercanos porque se llama Jaime José Serra Puche.
El que será nuevo presidente del banco español a partir de septiembre, en sustitución de Luis Robles Miaja –a quien hasta hace poco paradójicamente se le vio con una bota ortopédica y muletas-, ha tenido una carrera profesional similar a un viaje en la “Montaña Rusa”.
Sin embargo, nunca llegó a la cima que él tenía en mente, para la que tenía un proyecto bien definido, sustentado en un perfil público lo más bajo posible y con excelentes resultados para los ojos y oídos de sus jefes en turno.
Sí, “Jaijo” soñaba con “la grande”, sin embargo el llamado “error de diciembre” que, según el expresidente Carlos Salinas de Gortari, cometió en 1994, durante su fugaz paso al frente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, que le costó el mote de “El Cete”, porque sólo estuvo 28 días, destrozó ese proyecto de vida profesional.
No le ha ido mal en el despacho de consultoría SAI, que constituyó con excolaboradores y excompañeros de las dependencias donde trabajó, principalmente de la extinta Secretaría de Comercio y Fomento Industrial; sin embargo, el nombramiento en BBVA Bancomer lo coloca nuevamente en las grandes esferas de las finanzas y la política.
Hay interpretaciones de que el relevo se realiza ante el inicio de un nuevo régimen presidencial y la posible victoria de Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia” con quien Luis Robles no tenía una buena relación y a quien, se dice, estuvo “grillando” entre el sector empresarial tras bambalinas. ¿Será?
La otra delincuencia
Y entrados en el tema de la grilla electoral, ligado a asuntos escabrosos del dinero, fue muy oportuna la presentación del libro La otra delincuencia (Ed. Lectorum),genial y bien documentada obra del reportero y amigo nuestro, Norberto Vázquez,que se presentó el pasado lunes 18 en el Senado de la República.
Muchos estudiosos e investigadores consideran a la economía y a la política como elementos fundamentales para entender la estructura de una sociedad. La economía, como base que da soporte a la producción de bienes y servicios y con ello al desarrollo de un país; y la política, como la forma de organización y convivencia de esa misma comunidad.
En las sociedades modernas, como la mexicana, parte importante de estos dos elementos son los recursos presupuestales que se asignan a cada una de las entidades federativas, vía el Presupuesto de Egresos de la Federación, en el que cada año los gobiernos estatales o, mejor dicho, el gobernador en turno, trata de influir en la confección del paquete presupuestal para jalar más dinero a su estado.
Los recursos federales, aunado a los estatales, los que generan cada gobierno con sus impuestos locales, se convierten en la mayoría de los casos, en un auténtico botín para los gobernadores y presidentes municipales.
Desvían y despilfarran dinero a raudales sin que los recursos lleguen a cubrir la mínima parte para lo que fueron asignados y en esta vorágine en la que siempre resulta que hay un gobernador rico y un pueblo pobre, se salpica dinero a grandes empresarios, compadres o amigos, del mandatario en turno.
Inevitablemente al leer La otra delincuencia nos vino a la memoria algunos otros casos de desfalco a las finanzas estatales y federales. De los grandes fraudes a la nación, de aquellos en donde se involucraron miles de millones de pesos del presupuesto federal para solventarlo, que calaron hondo y que aún perduran en el imaginario colectivo porque las consecuencias del desfalco abarcará a generaciones más allá del año 2030, si no es que más, recordamos al célebre Fobraproa.
En lo más álgido de la crisis de mediados de los años noventa, con la quiebra del sistema bancario mexicano, el cual evidenció que los empresarios que detentaron las concesiones de las instituciones bancarias, manejaron a éstas para su beneficio propio, con autopréstamos, compras fantasma y un sinfín de operaciones crediticias fraudulentas que llevaron a la quiebra bancaria y en que la se identificó también que algunos políticos y gobernadores fueron partícipes de ello.
Se trató, pues, de delincuencia no sólo organizada, sino bien organizada desde la estructura del poder económico y político del país.
La otra delincuencia narra el caso de nueve gobernadores y da cuenta precisamente de cómo el poder político en México, en particular el que detentan los gobernadores de los estados, trasciende las estructuras económicas, las horada, las perfora, para enriquecerse y enriquecer a quienes les rodean, a sus más cercanos colaboradores, parientes y amigos.
La trama de todo esto, el centro de la atención de los mandatarios estatales, no es la población a la que se deben, a la que deben gobernar y servir a plenitud. El verdadero interés que los mueve, una vez instalados en el trono, es el manejo de los recursos con los que se moverá su gobierno, no para servir al pueblo, sino para servirse ellos mismos.
Los otros delincuentes, los de la delincuencia bien organizada, aquellos encumbrados en el poder político, merecen un estudio a fondo, no sólo sociológico, sino patológico por ser un patrón de conducta dañino y común, pues como dice el autor, “desde finales de los setentas, escuchamos frases entre la clase política como nepotismo, tráfico de influencias, político pobre es un pobre político, y de negocios al amparo de las relaciones de gobierno que daban los primeros indicios de la corrosión humana dentro de las instituciones del Estado mexicano, porque a fin de cuentas, son personas las que mueven a las estructuras de gobierno”.