Por: Philippe Waechter, Economista en Jefe de Ostrum Asset Management, filial de Natixis IM
La venta masiva denominada en lira turca continúa. El tipo de cambio ante el dólar llegó a sobrepasar las siete unidades (7.2 en Asia) esta semana, bajando después a 6.85 el martes, cuando estuvo a solamente 5.15 hace una semana.
El caso de Turquía presenta muchos factores que analizar para entender la reciente debilidad.
- En muchos otros países emergentes, la situación cambió en abril cuando el dólar subió debido al giro en las expectativas de la política monetaria de la Fed. Por tanto, las divisas emergentes se debilitaron.
- La consecuencia directa fueron las salidas de capital de los mercados emergentes hacia EEUU y una menor liquidez en los mercados de renta fija. En muchos países emergentes, las tasas de interés a corto y largo plazo aumentaron rápidamente. Ya he abordado con anterioridad este tema.
- El caso se detiene en esta parte en muchos países, en particular de Asia. La situación es menos cómoda pero manejable. Para los países con un déficit en la cuenta corriente y deuda considerable en dólares la situación empeoró. Este fue el caso para Turquía, pero también para otros países como Argentina o Indonesia. Igualmente, he escrito sobre Turquía en este comentario.
En otras palabras, la debilidad de la lira turca experimentada después de mediados de abril fue tan solo el resultado de un dólar más fuerte que derivó en una crisis en mercados emergentes. El impulso específico para Turquía se da a partir de un enorme desequilibrio (cuenta corriente y deuda en dólares) que reflejan la política económica de años recientes.
El perfil más reciente del tipo de cambio es resultado de las tensiones con EEUU, pero la divisa ya se había debilitado por las razones anteriormente mencionadas. Las tensiones han generado una aceleración, que a su vez llevó a una rápida depreciación.
Algunas consideraciones sobre la situación
1. Un punto interesante es el nuevo estatus político para Turquía, que solía ser un país estratégico de la OTAN. Ante las represalias tomadas por la Casa Blanca, después de que un pastor estadounidense fue detenido en Turquía y de los aranceles al acero y al aluminio, podemos percibir que EEUU ya está listo para debilitar la situación económica turca. Esto no será consistente con un el papel más sólido esperado de la organización que aboga por los intereses de occidente.
Turquía probablemente no estará incluida en los planes de la Casa Blanca para Medio Oriente. Debido a que Turquía es en parte europea esto también es una forma en que la Casa Blanca puede deteriorar la conformación de Europa. Sabemos que Turquía es una fuente significativa de discordancia dentro de Europa y la posibilidad de crear nuevas divergencias entre Alemania y Francia podría no ser motivo de preocupación para Washington.
Erdogan ya percibió esto y por tanto intenta fortalecer lazos con Asia con el fin de acelerar la estabilidad de su país. Es decir, Turquía enfrenta una nueva ecuación por resolver ya que su aliado, EEUU, ya no la apoya y Europa no llegará a un acuerdo para una potencial integración rápida a las instituciones europeas.
2. Esto podría conllevar un cambio profundo en el equilibrio geopolítico, el nuevo balance de Medio Oriente ya no pasa por Turquía. Esto necesariamente implica nuevas metas políticas para la nación que podrían implicar nuevos riesgos para este partido en Europa, con la imposibilidad de los países de la euro zona de reaccionar colectivamente.
3. No obstante, la reacción turca no ha sido convincente. Por un lado, el Presidente Erdogan tiene una firme visión política sobre lo que ha ocurrido y sus diversas declaraciones se enfocan a su base de electores. Por el otro, el plan del gobierno aún no se da a conocer. En una crisis, un gobierno debe adoptar medidas que podrían limitar la inversión a profundidad y al mismo tiempo, promover la definición de nuevos objetivos. Nada de esto se ha manifestado por el gobierno en Ankara. Las expectativas no han cambiado.
Durante el fin de semana, el ministro de finanzas anuncio un plan para esta semana. Esto aún está pendiente. Podríamos temer que dicho plan se anuncie mañana, o el día siguiente, o el siguiente…
El presidente Erdogan no desea incrementar las tasas de interés y su mensaje se enfoca en la población turca, no en los inversionistas. El presidente no puede cambiar las expectativas de los inversionistas con dicho discurso, por lo que éstos últimos no tienen razón alguna para modificar su actitud.
4. En otras palabras, en una crisis, el papel del gobierno es tratar de convencer a los inversionistas de que podrían perder su dinero. Este es también el papel de las medidas técnicas que podrían limitar a los inversionistas y también el papel de una nueva definición de las metas gubernamentales. Si ninguno de estos factores es convincente, es imposible cambiar la visión de los inversionistas y entonces no existe razón alguna para que la crisis llegue a su fin.
En el presente caso, el plan del gobierno aún está pendiente de informarse estos días y Erdogan no se dirige a los inversionistas. Por tanto, no hay razón para anticipar un cambio inmediato. Esto es la fuente real de preocupación, y el gobierno no parece saber cómo manejarlo.
5. El banco central ha decidido limitar los swaps para evitar la especulación. Esta medida podría funcionar si es complementaria de otras iniciativas del gobierno. Pero por si sola, pudiera revertir las expectativas.
6. La única forma de detener la crisis es un control temporal del capital. En ese caso, las reglas pueden modificarse sin la presión del mercado. Después de este corto periodo, las nuevas reglas cambian la actitud de los inversionistas y si la calibración se realiza correctamente, la crisis puede terminar con el periodo de control del capital. El problema principal es que el ministro de finanzas no planea implementar el control del capital. Por lo anterior, dicha medida podría no implementarse pronto. Ante esto, la crisis va a durar bastante.
7. La crisis actual tendrá un enorme costo para Turquía debido a la depreciación de su divisa detonará una mayor inflación y empobrecimiento de la población turca, que obviamente carece de dólares para cambiar por liras. Sea cual sea la decisión tomada desde Ankara, el costo será alto y persistente.