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Un invitado incómodo

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Trumpmedios slide

Por Miguel Tirado Rasso

Justo cuando se ha mencionado la posibilidad de que el controversial presidente de los EUA, Donald Trump, asista como invitado a la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador como Presidente de la República, el próximo primero de diciembre, nos encontramos con algunas notas periodísticas que obligan a considerar lo delicado de esta eventual visita.

Por una parte, y con motivo de la aprobación, por parte del Senado norteamericano, del proyecto de presupuesto presentado el fin de semana pasado, en el que no se incluyeron recursos suficientes para la construcción del muro en la frontera con nuestro país, el magnate inmobiliario tronó contra los congresistas de su país, calificando de ridículo dicho presupuesto.

A través de su favorito medio de comunicación, el mandatario estadounidense tuiteó “¿Quiero saber dónde está el dinero para la seguridad fronteriza y el muro en este ridículo proyecto de presupuesto…? Los demócratas están obstruyendo la aplicación de la Ley de Seguridad Fronteriza. Los republicanos deben, finalmente, ponerse duros.”

Esta historia se repite, pues ya en el mes de marzo pasado, el presidente Trump también había estallado contra los legisladores por la misma razón, cuando de los 25 mil millones de dólares solicitados para la construcción de su muro, el Senado apenas le habría autorizado mil seiscientos millones, lo que lo enfureció amenazando con vetar el presupuesto, que, finalmente, firmó, a regañadientes, después de calificar al muro como una necesidad desesperada para su defensa nacional.

En los ambos casos, el enojo del mandatario obedeció a la actitud del Senado que, hasta la fecha, se ha resistido a considerar, en los proyectos de presupuesto presentados para financiar el gasto del gobierno federal, los fondos solicitados por el neoyorquino para la construcción de su muro. Ni el de marzo pasado, aprobado para financiar al gobierno por un período de seis meses que vence, precisamente, el próximo 30 de septiembre ni en el de ahora, elaborado para resolver el gasto federal, hasta el 7 de diciembre, se consideraron recursos para su caprichoso muro. A este último presupuesto también amenazó vetar, aunque ante la inminencia de las elecciones de noviembre, no le queda más remedio que firmarlo, para no generar una inoportuna crisis de gobierno por falta de presupuesto que, sin duda, perjudicaría a su partido en las urnas.

Habría que recordar que, durante su campaña presidencial, uno de los temas que manejó con mayor insistencia y que le redituaron apoyo de sus electores, fue precisamente el de la construcción de un muro fronterizo con México, que sería pagado por nuestro país, por el peligro que, según él, representa su vecino sureño para la defensa nacional norteamericana por “la inmigración ilegal y el tráfico de drogas a través de la frontera.” Una promesa de campaña que no ha podido cumplir, pero que a la menor provocación la incluye en su discurso, como hace un par de días lo hiciera en su discurso ante la ONU.

Con la excepción de que últimamente no ha insistido en que México deberá pagar la construcción de su muro, su posición respecto a que somos una amenaza para su país, no ha cambiado y con la cercanía de las elecciones intermedias, es muy probable que endurezca su discurso para sumar electores para su partido y, de nueva cuenta, haga referencia a su “peligroso” vecino del sur, como lo hizo durante su campaña electoral.
Por lo pronto, hay trabajos en la frontera entre El Paso, Texas y Cd. Juárez, Chihuahua, según declaración del jefe de la Patrulla Fronteriza del sector de El Paso. Se construye un nuevo muro de cinco metros y medio de altura “para sustituir una vieja malla de alambre instalada hace más de 40 años,” en cumplimiento de una Orden Ejecutiva presidencial, lo que algunos manejan, de manera inexacta, pero con cierta intención, como el comienzo de la construcción del muro que prometió el mandatario.

Los frecuentes gestos poco amistosos del poderoso mandatario, sus expresiones xenofóbicas y racistas y sus desplantes reñidos con las formas diplomáticas, difícilmente se pueden pasar por alto. Se entiende que, por nuestra vecindad y dependencia económica, habría que procurar llevar la relación con la primera potencia mundial en los mejores términos posibles, lo que en el caso particular constituye todo un reto.

Efectivamente, por protocolo, su invitación es obligada; pero pienso que su presencia en el país despertaría inquietudes y no pocas manifestaciones anti yanquis de otros tiempos ya superados, que no resultarían muy agradables para el invitado. Así que, no habría sentimientos (hard feelings) ni debiera causar consternación si, debido a su muy cargada agenda, no llega a venir. Creo que todos quedaríamos más tranquilos.