Agustín Vargas
· Caudillo o estadista, la transición
· Sin confianza no hay crecimiento: Romo
· Intermediarios no bancarios, en encrucijada
· Con creatividad KIA apoya a universitarios
Hablando de la felicidad que según tenemos los mexicanos y que tanto presume el Presidente Andrés Manuel López Obrador, nos vino a la mente y releímos algunos fragmentos del libro Un mundo feliz (Brave New World), la novela más famosa del escritor británico Aldous Huxley, publicada por primera vez en 1932.
La novela es una distopía que anticipa el desarrollo en tecnología reproductiva, cultivos humanos e hipnopedia, manejo de las emociones por medio de drogas (SOMA) que, combinadas, cambian radicalmente la sociedad.
El mundo aquí descrito podría ser una utopía, aunque irónica y ambigua: la humanidad es ordenada en castas donde cada uno sabe y acepta su lugar en el engranaje social, saludable, avanzada tecnológicamente y libre sexualmente.
La distopía o antiutopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma. Esta sociedad distópica suele ser introducida mediante una novela, ensayo, cómic, serie televisiva, videojuego o película.
Hipnopedia (del griego hipno, sueño, y pedia, educación. En español actual sería educación a través del sueño) es la palabra empleada en la citada novela para nombrar al proceso de aprendizaje a través del sueño que padecen los sujetos durante la niñez.
En su obra literaria Aldous Huxley describe que la guerra y la pobreza han sido erradicadas, y todos son permanentemente felices. Sin embargo, la paradoja es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras: la familia, la diversidad cultural, el arte, el avance de la ciencia, la literatura, la religión, la filosofía y el amor.
El título tiene origen en una obra del autor William Shakespeare, La tempestad, en el acto V, cuando Miranda pronuncia su discurso:
¡Oh qué maravilla!
¡Cuántas criaturas bellas hay aquí!
¡Cuán bella es la humanidad! Oh mundo feliz,
en el que vive gente así.
Caudillo o estadista, la transición
Es evidente que México no se transformará en un año y que nadie espera eso, pero lo que sí es un hecho es que derivado de su primer informe de gobierno Andrés Manuel López Obrador no ha cumplido sus grandes planes de campaña.
Si propone transformar México, debe estar a la altura de su promesa. Para hacerlo, o al menos intentarlo, el propio AMLO debe cambiar: en lugar de reinterpretar a un caudillo del viejo régimen, debe ser un estadista.
El presidente adeuda respuestas económicas, políticas y sociales. El desempeño económico ha sido lamentable, en parte afectado por la previsión global de recesión, pero sobre todo porque su presunta cuarta transformación es una antología de promesas grandilocuentes.
Además sigue enfrascado en un discurso retórico, en donde pide priorizar la felicidad de la gente, por encima del crecimiento económico. Incluso sostuvo que el crecimiento económico y los incrementos en la productividad y la competitividad no tienen sentido como objetivos en sí mismos, sino como medios para lograr un objetivo superior: el bienestar general de la población y, preciso aún más, el bienestar material y el bienestar del alma.
Este dicho de AMLO se da, luego del debate en las últimas por el crecimiento económico, en donde se temía que México cayera en una recesión técnica, al sumar dos trimestres consecutivos decreciendo.
En lo que va de su gobierno, durante el primer trimestre del año se tuvo una variación de -0.2 por ciento en el PIB, mientras que en el segundo fue de 0.0 por ciento. Organismos internacionales e instituciones financieras calculan que México crecerá este año a una tasa menor al 1%, mientras que López Obrador ha sostenido que lo hará al 2%.
Crecimiento sólo si hay confianza: Romo
Ante más de un centenar de empresarios de la construcción y banqueros, el jefe de la Oficina de Presidencia, Alfonso Romo Garza, consideró que la economía mexicana no podrá crecer mientras no se tenga confianza de los sectores productivos en las acciones del gobierno.
Es necesario, dijo, que en México se genere la inversión suficiente para que la economía crezca, y en este sentido reconoció que este año el PIB apenas crecerá entre 0.6 y 0.7 por ciento. Estos datos están en línea con lo estimado por analistas; incluso cuando al inicio de la administración había señalado que el PIB crecería hasta 2.0 por ciento.
Según el jefe de la Oficina de la Presidencia la actual administración busca generar las condiciones para que la iniciativa privada pueda seguir invirtiendo. “Cuando hablamos de confianza no es de amistad, hablamos de condiciones para que la gente pueda invertir”.
Intermediarios no bancarios, en encrucijada
El sector de los intermediarios financieros no bancarios atraviesa una etapa de encrucijada, incertidumbre, confusión, transformación y falta de claridad sobre el marco legal en el que operan y que en algunos casos los supervisan y regulan.
Por un lado tenemos que valientemente el presidente de la asociación de Cooperativas de Ahorro y Préstamo de México (Concamex), José Manuel Cruz Contreras, demandó al Banco de México que gobierna Alejandro Díaz de León, la incorporación de estas entidades a su sistema de pagos porque la banca comercial les está cerrando sus cuentas con el pretexto de prevenir el lavado de dinero, acciones que también han aplicado a otras figuras como las sociedades financieras de objeto múltiple, las sofomes.
Y se anota el término valientemente porque otras asociaciones prefieren no hacer público su inconformidad con los bancos por el temor de que éstos reaccionen negativamente e incrementen la cancelación de cuentas con lo que estarían imposibilitados de operar en sus respectivos mercados.
Por otro lado, el presidente de la Asociación de Sociedades Financieras de Objeto Múltiple (Asofom), Fernando Padilla, hace declaraciones temerarias en el sentido de que para el 2020 el cien por ciento de sus integrantes, que en su mayoría son sofomes que dan microcréditos y préstamos personales, se transformen en empresas fintech cuando está más que claro que la Ley que regulará a estas empresas es sumamente estricta, costosa y los requisitos que solicita no todos las empresas están en posibilidades de cumplir.
Incluso gran parte de las casi 400 empresas que actualmente operan en el mercado de las finanzas vía aplicaciones tecnológicas e internet, están renunciando de antemano a no ampararse bajo esa regulación cuyo vigor iniciará el 25 de este mes, sin importarles que comercialmente estén impedidos de llamarse fintech. Algunas operan bajo la figura de sofom y otras son sociedades mercantiles.
La respuesta para registrarse como fintech no ha sido muy profusa por lo que las autoridades se han visto obligadas a emitir comunicados para “recordar” a estas empresas de la puesta en marcha de la Ley Fintech.
Y por último tenemos que una de las más grandes y exitosas sofomes reguladas abandonó a esta figura financiera para convertirse en una sociedad anónima de capital variable. Estamos hablando de NR Finance México, que dirige Andrés de la Parra, y que es uno de los pilares de la Asociación Mexicana de Entidades Financieras Especializadas (AMFE), que preside Enrique Bojórquez, ¿Tendrá entre sus planes convertirse en un banco especializado en el crédito automotriz?
Mientras tanto en lo que sí hay una opinión generalizada entre los intermediarios financieros no bancarios es que, aun con el nuevo gobierno, siguen marginados frente a la banca comercial en cuanto apoyo jurídico, el fondeo de la banca de desarrollo y sobre todo no se tiene una entera comprensión en cuanto a los importantes sectores productivos y sociales a los que atienden y que coinciden con los “mercados objetivos” de la llamada cuarta transformación.