Por Miguel Tirado Rasso
Al menos, por lo que corresponde a la Cámara de Representantes del Congreso norteamericano, en el caso de la investigación para la formalización del juicio político en su contra, Donald Trump, se encuentra en capilla. Y es que, la semana pasada, el Comité Judicial de dicha Cámara aprobó, por 23 (demócratas) votos a favor y 17 (republicanos) en contra, dos cargos en los que se plantea sustentar este juicio: abuso de poder y obstrucción a las labores del Congreso.
El primer cargo acusa al mandatario estadounidense de abusar del poder presidencial al haber pedido al presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, que investigara a Joe Biden, su principal rival demócrata para las elecciones presidenciales de 2020, y a su hijo Hunter, a cambio de descongelar el envío de ayuda militar a ese país, por cerca de 400 millones de dólares, retenida como medida de presión. Además, de haberle ofrecido a su par ucraniano una reunión en la Casa Blanca para que informara sobre las investigaciones a estos personajes demócratas.
El cargo de obstrucción a las labores del Congreso, se basa en la prohibición que el mandatario quiso imponer a sus funcionarios, del pasado y actuales, para que no cooperaran o asistieran a las audiencias realizadas con motivo de la investigación del juicio político, aunque esto significara desafiar los requerimientos del Congreso. En este tema, seguramente habrán considerado, también, las maniobras de la Casa Blanca para ocultar el contenido de la conversación telefónica entre los dos presidentes, bloqueando los archivos relacionados con la llamada, eliminando su contenido de las computadoras que regularmente guardan las conversaciones del presidente con otros líderes, además de archivarlo como información clasificada y sensible.
Donald Trump hizo todo lo que tuvo a su alcance para evitar que los demócratas llegaran hasta donde están ahora en los preparativos para iniciar el juicio político y, seguramente, nunca maginó que el proceso avanzaría. Hasta antes de las elecciones de 2018, contaba con la mayoría en las dos cámaras del Congreso, lo que le permitió ejercer el poder y su gobierno, cómodamente, a su estilo. Los resultados de los comicios del año pasado, sin embargo, vinieron a complicarle su mandato y, al recuperar los demócratas el control de la Cámara de Representantes, no hubo problema para que el pleno de esta Cámara aprobara los llamados artículos de acusación, para que el juicio político inicie, ahora, en la Cámara de Senadores.
Para aprobar la destitución del mandatario se requieren los votos de dos tercios de los miembros del Senado. Esto es, el voto de 67 de los 100 senadores que integran la Cámara. Los republicanos cuentan con 53 senadores, los demócratas con 45 y dos son independientes. Conseguir 22 votos no está fácil, además las circunstancias tampoco favorecen a la intención demócrata: la economía norteamericana se defiende bien, a pesar de las alertas de recesión y la tasa de desempleo ha descendido a 3.5 por ciento, la más baja en los últimos 50 años.
La apuesta de Donald Trump es que, en el Senado, con mayoría republicana, el juicio no proceda y se le absuelva lo que, hasta el momento, parece ser lo más probable. Esto lo tienen muy claro sus rivales demócratas que, sin embargo, haberlo sentado en el banquillo de los acusados y ponerlo contra la pared, no deja de constituir un triunfo, un punto a favor de su causa, en tiempos estratégicos, como son los electorales rumbo a la presidencia.
Pero si su destitución se ve casi imposible, porque los números no les dan, lo que pueden lograr los demócratas, con el pretexto del juicio político, es ventilar públicamente las fallas y omisiones del presidente, que no son pocas, con el desgaste correspondiente. Por lo pronto, por ahí anda la apelación de Trump que se niega a hacer pública su declaración de impuestos, tema sensible de transparencia que impacta en su imagen y sobre el que la Suprema Corte habrá de resolver, según ha dicho, a más tardar a finales de junio de este año.
La novela del impeachment contra el presidente Donald Trump, el tercero en la historia de los EUA, sigue dando de qué hablar. Los dos anteriores, el de Andrew Johnson en 1868 y de Bill Clinton en 1998, no procedieron al no alcanzar la mayoría de dos tercios en la Cámara Alta y, el de ahora, no parece que vaya a ser la excepción. En el caso de Richard Nixon, el mandatario renunció a la presidencia antes de que el pleno de la Cámara de Representantes pudiera votar sobre los cargos para el juicio político
Por lo pronto, me es muy grato desear a nuestros queridos lectores lo mejor para estas fiestas navideñas. Que la paz, el amor, la serenidad y la alegría sean los sentimientos que prevalezcan y disfruten, con mucha salud, en compañía de sus seres queridos.