Por Miguel Tirado Rasso
¡Ah, las redes sociales! Esas, para algunos benditas y para otros, no tanto, nos han llevado a un mundo de sobre información en extremo, para bien y para mal. Algo de lo que ya se ha hablado mucho, por el aceleramiento en la comunicación y el desbordamiento de información que no significa que ahora estemos mejor informados, aunque sí, más informados, porque a la velocidad que vivimos y la falta de filtros no es posible distinguir entre lo verdadero y lo que no lo es, “fake news”, y nos llenamos de datos que, más que aclarar, nos pierden en la confusión.
Ahora mismo, con motivo de la pandemia del Coronavirus que azota a gran parte del planeta y que estremece y conmueve a la humanidad entera, por el peligro que representa para la salud y los graves daños colaterales en la economía de los pueblos, las redes sociales se han convertido en fuentes de todo tipo de información, que, lejos de ilustrar sobre el fenómeno, generan desconfianza, alarma y pánico, que poco ayudan a enfrentarlo.
A estas alturas la manipulación de información oficial, las contradicciones entre las medidas de prevención recomendadas y los desafíos en el quehacer cotidiano que las ignoran, constituyen un mensaje que confunde y desconcierta a una población, de por sí desconfiada, hasta el grado de resistirse a aceptar la veracidad de la existencia de la pandemia. “Es tan falso como el chupacabras”, le diría una locataria del mercado de Tizapán a mi hija, para su sorpresa.
Y si a lo anterior, le agregamos los cientos de mensajes que circulan, diariamente, en redes sociales sobre este tema, con toda clase de avisos, advertencias, recomendaciones y análisis de “expertos anónimos”, no hay manera de evitar la indigestión informativa. Malo, porque en la competencia para comunicar, por volumen y penetración, las redes pueden tener más peso y un tanto más de credibilidad, sobre todo cuando no hay campañas ilustrativas, los mensajes oficiales no siguen una línea definida y clara y las orientaciones dictadas no las reconoce ni acata quién debiera ser el mejor ejemplo de disciplina, por su carácter de Primer Mandatario de la Nación.
Conforme a los datos oficiales, México se encuentra todavía en una situación de privilegio. Mínimas defunciones, seis hasta el martes pasado, 405 casos positivos y 826 sospechosos. Números muy lejanos a los de otros países como Italia con 70,000 casos registrados o España con 42,000, en los que, la negación, la negligencia o la incredulidad, impidieron dimensionar la gravedad del problema y aplicar, con oportunidad, medidas preventivas que hubiera evitado cientos de defunciones. Otros países como EUA, con 55,000 casos positivos y Alemania con 33,000, también fueron criticados internamente por la lentitud en su reacción.
La gravedad y agresividad de la pandemia no permite aplicar con ligereza las medidas preventivas. El ejemplo de quiénes lo hicieron está a la vista con lamentables resultados. Tampoco cabe caer en pánico, porque una población asustada pierde el control de su comportamiento y suele incurrir en excesos. Una política de comunicación efectiva y documentada y confianza, son dos elementos fundamentales para enfrentar con éxito la pandemia.
En la gravedad del tema, surgen versiones sobre un duelo de gigantes, EUA y China, por la supremacía económica mundial, en las que se atribuyen la responsabilidad del contagio original. Conspiración de un país contra el otro y viceversa, según la teoría. La que apunta a China como responsable, habla de un virus producido por el gobierno de ese país como arma biológica para atacar a los EUA. La contraria, se refiere a una enfermedad, el coronavirus, introducida en China por miembros del ejército norteamericano. Y en este contexto de conspiraciones, Rusia tiene su propia teoría que considera este virus como una creación humana, un arma occidental, acusa. A su vez, al Kremlin se le acusa de desarrollar campañas de desinformación, para provocar pánico entre los pueblos europeos y desacreditar la credibilidad de sus dirigentes. Bueno, hasta a la OTAN le han achacado el uso del virus como arma biológica con pérfidos propósitos.
Independientemente de la veracidad de estas teorías conspiratorias, lo cierto es que el Covid-19 es una real amenaza para la humanidad que hay que tomar muy en serio, para evitar lamentaciones futuras.