Pulsa «Intro» para saltar al contenido

Ocioso optimismo

Tiempo de lectura: 3 minutos

Por: Agustín Vargas

  • Devastador efecto económico
  • Apertura económica escalonada
  • Benditas remesas

Sobre la base de las recientes cifras económicas y los análisis y estimaciones de los especialistas, que apuntan, por un lado a que la caída del PIB de más de 18 por ciento en el segundo trimestre del año y que muy probablemente la recuperación del producto interno en niveles de 2019 se dará muy probablemente hasta finales de 2025, el optimismo gubernamental de que está próxima la reactivación económica, resulta ocioso. Hay razones de sobra para estas afirmaciones.

Nadie más que los mexicanos estaríamos deseosos de que la recuperación viniera pronto, máxime cuando la mayoría está dando lo mejor de sí y colaborando con las autoridades para salir adelante, pese a las adversidades que en muchos casos han costado hasta vidas.

Las medidas de distanciamiento social provocadas por la pandemia del Covid-19 están teniendo un efecto económico devastador sobre las economías de todo el mundo.

Recientemente, especialistas de BBVA, encabezados por el economista Carlos Serrano, apuntaban que México, en particular, será una de las economías emergentes más afectadas. Destacamos aquí las cinco principales razones:

1.- Las medidas de confinamiento social dependerán del semáforo de cada entidad federativa y por esta razón la apertura económica nacional será escalonada.

2.- Es una economía relativamente más abierta, lo cual la hace más vulnerable a choques de demanda externa.

3.- Un relativo bajo crecimiento promedio en los últimos años complicado por un nuevo entorno político nacional que frena la inversión privada.

4.- Una posición de las finanzas públicas larga en petróleo, lo cual no es nada favorable en esta coyuntura económica global que ha causado una destrucción de alrededor de 35% en la demanda global de petróleo.

5.- Una reacción de política fiscal contracíclica insuficiente aunada a una postura monetaria que aún no ha llegado a niveles de laxitud.

La incertidumbre asociada al impacto económico de la pandemia y al periodo de tiempo que durarán las medidas de distanciamiento social, aunado al manejo errático de las medidas para contrarrestarla, ha provocado ya un fuerte conflicto político entre la Federación y los estados. Más aún, ha propiciado  que todos los pronósticos sobre la economía estén sesgados a la baja.

El desplome del PIB del segundo trimestre no solamente es una preocupación para el desempeño económico en 2020 (con baja del PIB de hasta 12 por ciento), sino también para los siguientes años debido a que el crecimiento económico potencial será afectado tanto por la mayor ociosidad de los factores de producción del capital y trabajo como por la débil respuesta de política fiscal que impedirá una reactivación económica más rápida.

Mientras tanto, frente a esta realidad y como se ven las cosas, los mexicanos seguiremos observando un gobierno de brazos cruzados, desbordado en un exacerbado optimismo. Como dirían algunos clásicos: Total, para que despeinarse si pronto toda esta pesadilla pasará.

Benditas remesas

Las remesas en junio crecieron 11.1% anual alcanzando los 3,536 millones de dólares, un incremento mensual de 1.5% respecto a mayo. Así, de enero a junio de 2020, las remesas se han incrementado 10.6% respecto al mismo periodo del año anterior.

Por concepto, el número de envíos se incrementó en 9.4% anual, es decir un total de 10.4 millones de transacciones, mientras que el valor promedio de las remesas decreció en 0.1% anual ubicándose en 340 dólares.

La dinámica que ha mantenido el flujo de remesas hacia nuestro país tiene una explicación. De acuerdo con especialistas los migrantes que cuentan con ciudadanía estadounidense, están compartiendo con sus familias en México los apoyos fiscales que desplegaron las autoridades de Estados Unidos para transitar la crisis económica generada por la pandemia de coronavirus. 

Pero hay otro factor que regularmente aumenta el flujo de remesas a México y es la depreciación cambiaria, o sea la devaluación del peso frente al dólar. Como sea, en estos momentos las remesas “caen como anillo al dedo”, pues oxigenan a la economía de las familias que la reciben.