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Estados Unidos y China, enemigos favoritos

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Natixis

El mandato de Donald Trump estuvo marcado por el enfrentamiento con China ante el impacto económico del país asiático en EEUU, a escala tecnológica y política. Estas tensiones no son recientes, pero se incrementaron con el arribo de Donald Trump a la Casa Blanca. El próximo presidente, Demócrata, tampoco va a cuestionar a su mejor enemigo. Estados Unidos está sintiendo la presión y reacciona de forma coherente pero no siempre efectiva para mantener el predominio norteamericano.

Las tensiones con China se mantendrán independientemente del cambio de gobierno. Por casi 20 años, China ha sido el socio comercial preferido de EEUU y su enemigo favorito. Como socios, muchas empresas estadounidenses han desarrollado una rentable actividad para ambas partes. Como enemigos, porque si China se consideraba una nación industrializada de segunda, con la única capacidad de copiar los productos de occidente, este ya no es el caso. China es ahora un rival para EEUU en muchas áreas que conforman el futuro del sector industrial. China se ha vuelto así el rival de la economía de EEUU con la capacidad de innovar y con la posibilidad de conformar industrias muy diversas. China es el principal competidor de EEUU, y las recientes reacciones de Trump contra las empresas chinas apuntan en esta dirección.

La dependencia estadounidense de China

La relación económica entre ambos países es sin embargo muy desequilibrada. La graficas muestran un panorama del comercio entre las dos naciones. Desde el inicio de los 2000 y el acceso de China a la Organización Mundial del Comercio (WTO), las importaciones chinas a EEUU han aumentado muy drásticamente. Al mismo tiempo, las exportaciones de EEUU a China han incrementado pero a un ritmo mucho más lento. Como resultado, el balance en 2019 tuvo un déficit de US $ 345 mil millones para EEUU. Este es un dato muy importante que demuestra la dependencia de los norteamericanos en los productos chinos.

Muchas empresas de EEUU producen en China bajo condiciones más favorables que en EEUU y después reexportan parte de su producción. De todos modos, esto pasa por China, y esta es la razón por la cual EEUU se ha vuelto dependiente.

Uno de los objetivos de Donald Trump cuando llegó a la Casa Blanca fue repatriar a EEUU algunos de los empleos asociados con dicha producción. Si vemos el ritmo del intercambio comercial con China, esta estrategia es claramente un fracaso, la dependencia continúa.

Una Historia Compleja

Hay dos aspectos importantes a destacar en la historia de EEUU y China. El primero surge durante la primera década de los 2000, cuando los estadounidenses acusaron a China de dumping con una divisa subvaluada. Las discusiones y las tensiones se fortalecieron, pero China aprendió la lección de Japón y no quiso dejar que su divisa se apreciara demasiado rápido. Al aceptar la revaloración del yen, Japón se vio penalizado en términos de competitividad. También marcó su política y la dimensión económica de las relaciones entre ambos países.

El otro punto a destacar es la lectura de la globalización como una fuente de fragilidad para la clase media de EEUU. Desde finales de la década de los 80s, China se ha vuelto más rica mientras que las clases medias de EEUU han visto sus ingresos aumentar más lentamente. La transferencia de actividades a China y otros países emergentes ha sido un factor principal en esta distorsión. Este efecto de globalización es probablemente un factor político importante para entender el cambio de los estados manufactureros que, en el norte de EEUU, se han pasado al lado Republicano.

Un Acuerdo Comercial para limitar el desequilibrio

Después de la introducción de barreras arancelarias, la Casa Blanca descubrió que dicha estrategia era un fracaso. Los consumidores de EEUU pagaron más por sus productos sin castigar a las exportaciones chinas. El siguiente paso era alcanzar un acuerdo comercial, el 14 de febrero de 2020, con el cual China se comprometiera a comprar más productos estadounidenses en 2020 y 2021 (200 mil millones comparado con el nivel de 2017). De acuerdo con el Instituto Peterson de Economía Internacional (PIIE), este acuerdo a finales de septiembre ya no era tan efectivo. Con la reducción de lo que debía China comprar en EEUU, podemos ver que el acuerdo no es efectivo. Las compras de China solo son poco más de 50% de lo que deberían ser a finales de septiembre si se sigue con el protocolo. China ha cambiado su estrategia de desarrollo y favorece a su mercado doméstico.

¿Qué hay de la innovación?

La Casa Blanca quiere boicotear en EEUU a las empresas tecnológicas chinas que en ciertas áreas superan a las estadounidenses (5G; IA). Esta es una mala decisión. Las empresas chinas cuentan con el apoyo de una sólida inversión pública y un mercado aún en expansión y con muchas oportunidades de definir la referencia estándar para estas tecnologías, la cual va a prevalecer en una escala internacional. La decisión de EEUU de concentrarse en su tecnología algo rezagada (5G por ejemplo) se arriesga, en el largo plazo, marginalizándolas y en última instancia volviéndolas dependientes de la tecnología china.