Por: Agustín Vargas
- Economía sin rumbo fijo
- Inflación incontenible
- Aeropuerto CDMX, la odisea
La reducción preliminar del PIB en el tercer trimestre del año confirmó la lentitud de la economía, mientras que la política gubernamental busca el control de sectores estratégicos para impulsar, supuestamente, el crecimiento pero al mismo tiempo niega apoyos específicos para la reactivación del empleo formal y las Pymes.
Esto, naturalmente, ha generado un ambiente de incertidumbre y desconfianza hostil a la inversión que perjudica las expectativas de crecimiento. Y ello se reflejó en la reciente encuesta que realizó el Banco de México entre los especialistas del sector privado.
El documento reportó en octubre un promedio de crecimiento del PIB para 2021 menor al del mes anterior que, si bien se mantuvo elevado para el año en su conjunto, 6.0%, indica un cambio de tendencia para los próximos meses. Para el tercer trimestre la predicción promedio se redujo de 6.59% a 5.93% y para los próximos 10 años se situó en 2.21%.
En la misma línea, estimaciones más recientes de Citibanamex indican un menor incremento del PIB para 2021, bajando de 5.9% a 5%, y para 2022 de 2.7% a 1.9%. Es probable que la falta de dinamismo se extienda hasta finales del año.
Desde la perspectiva social, el riesgo mayor es que si este es el caso se limitaría la creación de empleos, se alejaría la mejoría del bienestar de los hogares y se mantendrían elevados los niveles de pobreza. Un tema de preocupación importante es que, junto con la pérdida de impulso de la actividad económica, se presenta un repunte de la inflación.
Sin una política más activa para mitigar los efectos de la prolongada falta de dinamismo económico, es poco probable que las expectativas mejoren. La probabilidad de que la inversión florezca es menor y por lo tanto también la de retomar una senda de crecimiento saludable.
Inflación galopante
Como en los tiempos de los gobiernos que precedieron a la era neoliberal (echeverrismo y lopezportillismo) y que hoy practica fervientemente el presidente Andrés Manuel López Obrador, quizá por haber sido su cuna política, la economía mexicana no alcanza a definir su rumbo y la inflación está más que desatada.
Ayer se reportó que el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) creció en octubre 6.24%, la máxima inflación mensual en 23 años, desatada principalmente por las alzas en los precios de energéticos, como gas LP y la electricidad; sí, los mismos que la 4T promete y promete que controlará.
La tasa anual del INPC de 6.24% en octubre (6.00% en septiembre), es su nivel más alto desde diciembre de 2017.
Con este dato el pronóstico de las principales firmas económicas y analistas para la inflación al cierre de 2021 pasa de 6.57% a 6.70% para la parte general y de 5.15% a 5.25% en la subyacente.
Es muy probable que Banco de México revise al alza sus estimados de inflación de corto plazo en el siguiente comunicado de política monetaria e independientemente que el aumento en la tasa de interés de referencia sea de 25 ó 50 puntos base en la reunión de esta semana (+25 pb estimado), como medida para mitigar el nivel de inflación, se espera que el voto de los miembros de la Junta de Gobierno ya sea unánime. O, al menos, que se pongan de acuerdo.
Aeropuerto CDMX, la odisea
Por placer o por negocios, quizá amigo lector recientemente haya estado en el aeropuerto de la Ciudad de México para abordar un avión que lo conduzca a su destino. Si es así, pudo ya comprobar y padecer el pésimo servicio de la terminal aérea y el mal trato que dan a los usuarios los encargados de los puntos de revisión a los pasajeros.
Al margen de las condiciones deplorables en que se encuentra el aeropuerto Benito Juárez por falta de mantenimiento, cada vez es más intenso el entorpecimiento que realiza de manera sistemática el personal de las empresas de seguridad que contrata la administración de la terminal aérea, que sin ser policías pero que se ostenta y actúa como tal, someten a los pasajeros a ridículas revisiones que nada tienen que ver con la seguridad aeroportuaria.
Con tono despótico y amenazador obligan a los ciudadanos a casi desnudarse para evitar que éstos escondan entre sus ropas “sustancias raras” y sin ser especialistas y menos investigadores, ellos determinan y definen como “sustancias raras” los contenidos en los frascos de shampos, lociones, perfumes, medicamentos, etc. etc.
Y si a su buen entender y preparación académica e intelectual de los vigilantes erguidos y erguidas de policías, nada les checa intimidan al pasajero, acusándolos de transportar sustancias sicotrópicas o lo que se le parezca y le dicen que lo someterán a pruebas para saber si su equipaje da positivo a cocaína. Haga usted el refabroncabor.
El asunto es que estas revisiones, a las que ahora hay que agregar también el llenado de un formato de “sanidad” que exige la Secretaría de Salud a cada viajero, pero que nadie revisa y menos lee, hace que los pasajeros pierdan en promedio una hora antes de poder ingresar a la sala de abordaje.
El emblemático aeropuerto de la Ciudad de México, antes considerado como un orgullo de la capital mexicana, es un verdadero desastre que se ha convertido en un auténtico viacrucis para los viajeros, pero no porque haya perdido su vida útil, sino por el descuido al que lo han sometido las propias autoridades y administradores.