Aprimera vista, Llave MX parece una idea brillante del gobierno de Claudia Sheinbaum: una llave única para acceder a todos los servicios del Estado, desde pagos de impuestos hasta consultas médicas.
- La iniciativa Llave MX representa un riesgo latente de concentración de poder y vigilancia masiva bajo la nueva Agencia de Transformación Digital, alineándose peligrosamente con la ley de telecomunicaciones del gobierno de Claudia Sheinbaum
- Minsait impulsa una nueva era en la banca con inteligencia artificial que escucha, aprende y personaliza la atención al cliente. La revolución digital ya es una realidad.
Una propuesta seductora en un país donde hacer trámites puede implicar madrugar, hacer fila y perder el día entero. Sin embargo, detrás de ese discurso de eficiencia digital se esconde una realidad mucho más preocupante: la construcción silenciosa de un aparato de vigilancia sin precedentes.
La creación de la Agencia de Transformación Digital, que busca absorber funciones del IFT, del INAI y de otros órganos autónomos, es en realidad una estrategia de concentración institucional del poder digital en manos de José Peña Merino, aquel personaje de malos recuerdos en tiempos de la pandemia y que decidió experimentar dando Ivermectina a las personas contagiadas de Covid-19. En otras palabras, el Estado mexicano se prepara para tener control total sobre la infraestructura, los datos, la conectividad y la regulación, sin rendición de cuentas ni contrapesos reales.
En lugar de fortalecer instituciones que ya existen, se opta por fusionarlas y subordinarlas al Ejecutivo en manos de un servil Pepe Merino, un modelo que recuerda más a regímenes autoritarios que a democracias funcionales.
Y si a eso le sumamos la iniciativa de una nueva ley de telecomunicaciones que abre la puerta a la intervención del Estado en la gestión de datos personales, estamos ante un coctel explosivo.
De acuerdo con la especialista Gigi Agassini, México no es un país digitalizado. La mayoría de las instituciones públicas aún trabajan con expedientes físicos, procesos arcaicos y escasa interconectividad. ¿Cómo pretende el gobierno implementar una llave digital única cuando ni siquiera hay infraestructura para recibirla?
Además, millones de mexicanos no tienen acceso a Internet ni a dispositivos móviles. ¿Qué ocurrirá con ellos? ¿Serán excluidos de los servicios públicos por no tener «Llave MX»? ¿O serán forzados a entregar sus datos biométricos sin tener claro el uso que se les dará?
La gran pregunta que nadie responde con claridad es: ¿para qué quieren tantos datos? ¿Por qué deben centralizarse en una sola plataforma? ¿Qué garantías tenemos de que no serán utilizados para fines políticos, comerciales o de vigilancia? Hasta ahora, el gobierno ha sido incapaz de explicar cómo protegerá los datos personales y biométricos de millones de mexicanos.
Y si consideramos el historial de hackeos, filtraciones y negligencias (como el caso de la Llave CDMX en 2024, con más de seis millones de datos vulnerados), las alertas no solo están justificadas: son urgentes.
El modelo que el gobierno de Claudia Sheinbaum parece estar emulando no es el de Estonia o Canadá, donde la digitalización fue el resultado de años de trabajo, transparencia, educación cívica y marcos legales sólidos. Lo que se vislumbra es un modelo más cercano al de China o Irán, donde la tecnología se convierte en herramienta de vigilancia y castigo.
En esos países, el «avance tecnológico» se usa para reprimir, clasificar y controlar a los ciudadanos. Sin transparencia, sin supervisión independiente y sin una ciudadanía empoderada, Llave MX podría convertirse en el mecanismo ideal para un Estado que todo lo ve y todo lo controla.
La verdadera modernización no consiste en recolectar datos, sino en respetar la privacidad y la dignidad de las personas. Si el gobierno realmente busca construir una sociedad digital, debe empezar por educar, informar, descentralizar y proteger. De lo contrario, Llave MX será recordado no como una herramienta de acceso, sino como el candado que cerró las puertas de nuestras libertades.
Gemelos Digitales
La banca ya no es solo digital, ahora es inteligente. Esto lo confirmó la participación de Minsait en Revolution Banking 2025: la inteligencia artificial ya no es futuro, es presente. Si bien los bancos llevan años optimizando procesos con IA, el verdadero cambio ocurre cuando esta tecnología escucha al cliente, aprende de él y responde en tiempo real con precisión y empatía. Ya no basta con chatbots que reciten respuestas preprogramadas. El reto —y la revolución— está en construir relaciones digitales auténticas, donde cada usuario sienta que hay un banco que lo entiende. Minsait lo ha comprendido bien: con IA generativa, avatares como AlicIA, y soluciones en el metaverso, propone un modelo donde la experiencia del cliente no se automatiza: se personaliza. La banca que sabe quién eres, qué necesitas y cómo ayudarte ya está aquí. Y no piensa retroceder.
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