FICO
El llamado Open Banking, conocido en español como Sistema Financiero Abierto, es piedra angular de este momento histórico que reformará el concepto de transformación digital de nuestro sistema financiero.
Éste es un cambio generacional casi desde la misma invención del dinero, el cual ayudará a la generación de mercado completamente nuevo, con reglas y con actores diferentes. El Open Banking permitirá empoderar al consumidor final, al hacerlo propietario de los datos, que, si bien eran suyos, estaban resguardados por alguna de las entidades financieras con las que trabajaba.
Open Banking pone al usuario en el centro de toda esta información y le permite utilizarla en diferentes entidades, financieras o no financieras, de la forma que mejor considere. Al abrirla a terceros, la estará compartiendo con muchas de las entidades financieras existentes, con algunas nuevas y con algunas que se crearán para consumir esa información y ofrecer nuevos servicios o servicios mejorados.
Gracias a este nuevo sistema, se busca conseguir una verdadera democratización de los servicios financieros. Si bien, la cantidad y variedad de información compartida depende de la regulación específica de cada país, se contempla una amplia variedad de usos y beneficios para las industrias financieras y no financieras.
En cualquier caso, Open Banking va a promover una integración de datos inédita con el objetivo final de empoderar a los consumidores, que tendrá más opciones para elegir de entre una gama de nuevos “jugadores” dentro de un mercado tradicionalmente restringido.
Open Banking en México
Esta gran revolución ya es una realidad en algunos países desarrollados como Inglaterra, donde el gobierno regularizó este nuevo entorno forzando a las entidades a adaptarse a él. En el caso de América Latina, el cronograma del Sistema Financiero Abierto tiene agendas y fechas de implementación diferentes en cada país, lo que ha retrasado el proceso de integración.
En los países donde ya está establecido, se han observado dos tipos de implementaciones: una normativa, donde el gobierno regula, y otra de mercado, donde los actores llegan a acuerdos sin que exista una regulación vinculante. El caso de la Unión Europea e Inglaterra es normativo; mientras que en Estados Unidos se utiliza una variante de mercado. México y Brasil han optado por la vertiente europea, siguiendo patrones como el PSD2 (Payment Services Directive 2, por sus siglas en inglés) y queda por ver cómo el resto de los gobiernos afrontarán la regulación en cada país.
México cuenta con un perfil más avanzado que el resto de los países en América Latina. En 2018 se publicó la Ley Fintech como un intento por regular Fintechs y Open Banking. La ley establece que todas las entidades están obligadas a compartir información estandarizada por medio de APIs, entre ellos y con terceros. El 10 de marzo de este año, Banco de México publicó regulaciones, pero de momento se limitan al manejo de datos públicos.
Lo realmente interesante es que la ley obliga a las ITF (Instituciones de Tecnología Financiera) a compartir datos también con las entidades bancarias. Es el único país donde la comunicación es bidireccional con las Fintechs: se intercambia información del consumidor sobre su geolocalización, qué compro, dónde compro, cómo compro, etc. México expande esta regulación a otros tipos de industrias.
APIs, servicios para consumir y compartir datos en tiempo real
Desde un punto de vista práctico, Open Banking hará que los bancos operen con plataformas abiertas, consumiendo y compartiendo datos en forma digital a través de APIs (Application Program Interfaces, por sus siglas en inglés), que son servicios expuestos en base a un patrón definido y que pueden ser accedidos por cualquier software en línea. El consumidor podrá, por ejemplo, permitir que un banco del que no es cliente pueda acceder a su historial financiero y generar una serie de oferta de productos que ya tiene, o no, con tasas de interés más competitivas o mejores condiciones financieras que las que tiene en la actualidad.
El mercado de las APIs en todo el mundo ascenderá a unos 763 millones de dólares para 2022, según Market Research Future. Además, un estudio de la Universidad de Boston demostró que la adopción de APIs prevé un incremento del valor de una empresa en el mercado del 10.3% y se estima que para el 2025, el 30% de los ingresos mundiales se generarán por medio de este nuevo canal.
Open Banking es una consecuencia de la transformación digital en la que surgen nuevas oportunidades que se traducen en nuevas fuentes de ingresos, en reducción de costes y en nuevos tipos de negocio que se van a generar.
A raíz de todas las transformaciones que el Open Banking va a generar en el sistema financiero, no sólo el consumidor final va a beneficiarse con esa variedad de opciones que antes no disponía. Es el propio país, quien con el impulso del avance tecnológico que esto requiere, debe desarrollarse y prosperar en niveles similares. Siendo cierto que la implantación y adaptación a esta nueva realidad no está exenta de retos y dificultades, las entidades deben actuar de forma proactiva y trabajar en planes estratégicos, tecnológicos y de negocio desde este momento.