Por: Miguel Tirado Rasso
De que el primer mandatario sigue pensando en el todavía lejano proceso de la sucesión, no hay la menor duda. Por lo pronto, y de manera inversa a como podríamos suponerlo, el jefe del Ejecutivo decidió mostrar primero sus cartas y luego hacer los ajustes que le permitirán llevar este proceso bajo su guía hasta el final. Algo así, aunque la referencia sólo sirva como anécdota, de “primero el hombre y luego el programa”, como se resolvió el proceso de la sucesión presidencial en los tiempos del mandatario Luis Echeverría.
En abril de 1975, el proceso del destape inició con los nombres de siete “posibles”. Al mismo tiempo, el entonces titular de este partido, don Jesús Reyes Heroles, con ánimo de llevar, con sentido democrático al interior del tricolor, el proceso de la selección del candidato y evitar la tradicional candidatura de dedazo, anunciaba la elaboración de un Plan Básico de Gobierno que constituiría el programa para la acción gubernamental 1976-1982.
El documento estaría listo para finales de septiembre y, en octubre, se seleccionaría como candidato a quién mostrara mayores capacidades para llevar a cabo el Plan, bajo la fórmula de “primero el programa y luego el hombre”. El problema de D. Jesús fue que el presidente Echeverría tenía otros planes, que no coincidían ni con las formas ni con los tiempos señalados por líder priista. Así que, la intentona democrática terminó en septiembre, con el destape del candidato presidencial, a la vieja usanza con todo y cargada, y el relevo de D. Jesús del mando priista.
Volviendo a nuestros tiempos, tal parece que los resultados electorales del pasado seis de junio, prendieron un foco amarillo en la 4T. Si bien, los números no son catastróficos para los planes políticos del gobierno, la práctica del carro completo, que elimina casi cualquier obstáculo que se oponga a la voluntad presidencial, mal acostumbran, y los cambios en la balanza de poder, inquietan, aunque sea un poco. En este contexto habría que suponer el aceleramiento del proceso sucesorio al que le falta mucho por llegar.
Con el anuncio de los nombres de seis posibles, el gran elector logró que la atención de propios y extraños al quehacer político se concentrara en un tema por demás extemporáneo (impropio del tiempo en que sucede, Diccionario de la Lengua Española), y quedaran a un lado, muchos más que preocupan a la población. Un efecto distractor, sería una interpretación a ese destape inesperado.
Iniciado este juego político, el presidente Andrés Manuel López Obrador, procedió a ajustar su equipo, en el área política fundamental. Colocando a una persona de su mayor confianza y cercanía, ex priista en su origen, como muchos destacados de Morena, con experiencia política y administrativa en su estado natal, Tabasco, y en el Congreso federal. Adán Augusto López Hernández, es el nuevo secretario de Gobernación, una entidad a la que el presidente le ha encargado las responsabilidades y tareas que, antes de la 4T, eran la materia propia de su competencia.
Pero, además de que al nuevo secretario se le dan poderes para aparecer como jefe del Gabinete, con el encargo de atender todos los asuntos políticos, llevar la relación con los gobernadores, con los poderes Judicial y Legislativo y con la Fiscalía General de la República, parecería que vuelven los tiempos de una secretaría fuerte y poderosa. Un funcionario con semejante juego político, no puede descartarse para la carrera presidencial. Las mismas razones que tuvo quién decidió escoger a los seis destapados, las tendría para incluir al súper secretario en la lista de posibles, sólo que con algunos elementos de ventaja. Lo que significa una nueva sopa de las fichas que se anotaban como las de mayores posibilidades, hasta el momento.
Haciéndole al pitoniso, pienso que, los dos personajes que pudieran estar en las finales para la sucesión, son, precisamente, los que el jefe del Ejecutivo no habrá de destapar. Esto es, no los va a señalar como posibles corcholatas (López Obrador, dixit). A uno, porque al hacerlo lo colocaría como el gran favorito, desde el momento en que lo mencionara, con lo que echaría a perder un posible plan B, en caso de que su favorita no diera la talla. El otro, porque no le tiene la confianza ni la cercanía y no está en sus preferencias. Haberlo incluido en la primera lista, habría sido un aval que el Coordinador del Grupo Parlamentario de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, habría aprovechado dado su colmillo político. Si así fuera, el primero, el secretario de Gobernación, Adán López Hernández, sería el candidato oficial y el segundo, el también presidente de la Junta de Coordinación Política, el senador Monreal, lo veríamos compitiendo por la libre, con posibilidades de llenar el hueco que las oposiciones no tienen con quién tapar.