Un estudio publicado recientemente en la revista Child Development y realizado por especialistas en psicología de la Universidad de Pittsburgh y la Universidad de Michigan encontró que la disciplina verbal severa (gritos, malas palabras, insultos) es perjudicial para el bienestar emocional de los adolescentes. Además de ser dañina, no es efectiva.
Los padres que creen que sus hijos no escuchan sus gritos, están equivocados. Este estudio encontró que los jóvenes sufren un dolor emocional profundo debido a los ataques verbales. Esto aumenta su enojo y produce un incremento de mentiras, engaños y peleas, que son los comportamientos que los padres precisamente buscan evitar.
Para conocer a fondo este tema, los investigadores de las universidades mencionadas, se enfocaron en analizar a 976 familias de clase media y con hijos adolescentes, ubicadas principalmente en Pensilvania. Poco más de la mitad eran familias de raza blanca y el 40 por ciento, de raza negra.
A los padres se les preguntó con qué frecuencia se habían valido de disciplina verbal severa, incluyendo gritos, malas palabras, maldecir a sus hijos y referirse a ellos con adjetivos peyorativos como tonto, estúpido, vago.
También se les preguntó a los jóvenes si sentían calidez en la relación con sus padres. Esto definido como respaldo emocional, amor, afecto y cuidados de los padres hacia ellos. El estudio también mantuvo un registro de comportamientos depresivos tanto en los padres como en los hijos.
Luego de analizar las encuestas, el estudio reveló que los jóvenes que son víctimas de abuso verbal por parte de sus padres sienten un profundo dolor emocional y una incomodidad que aumenta sus comportamientos destructivos. De la misma manera, el hecho de que registraran en general tener una relación cálida con sus padres, no redujo los efectos dañinos del abuso verbal o la disciplina usando malas palabras y adjetivos ofensivos. En pocas palabras, la idea de gritar o insultar a sus hijos “por su bien, o por amor” no mitiga el daño emocional que se produce en los jovencitos.
Perder el control cuando se trata de disciplinar a un adolescente, siempre es nocivo. Es normal que en ocasiones los padres alcen la voz. Pero una cosa es elevar la voz y otra muy diferente, abusar verbalmente con insultos y vulgaridades.
Este estudio trata de determinar la importancia de buscar alternativas más amables y cariñosas para disciplinar a los adolescentes. De cómo la clave consiste en: establecer reglas claras, abrir las puertas del diálogo de igual a igual y sentar las bases de una relación respetuosa.